6 de enero - Epifanía del Señor.
Fiesta.
Con los pastores pasó hace unos días un acontecimiento extraño
que resultó bien. Cuidaban sus rebaños cumpliendo su rudo oficio
cuando vieron una tan extraña como clara visión de ángeles
que les decían cosas al principio incomprensibles y al poco
rato comprobadas. Sí, allí, en un casuco, estaba el Niño
del que se les habló, con su madre y un
varón. Hicieron lo que pudieron en su tosquedad y carencia
según mandaban las circunstancias. Como les habían asegurado que era
la "Luz que iluminaba al pueblo que habitaba en sombras
de muerte", de lo que tenían dieron para ayudar y
para quedar bien con aquella familia que al parecer era
más pobre que ellos. No les costó trabajo aceptar el
milagro que era tan claro. Lo dijeron los ángeles, pues...
tenían razón.
Vinieron unos Reyes. Fueron los últimos en llegar a
ver a aquel Niño y si se entretienen un poco
más..., pues ¡que no lo encuentran! Viajaron mucho por los
caminos del mundo. Venían desde muy lejos. Pasaron miedo, frío
y calor. Hasta estuvieron perdidos pero, preguntando e inquiriendo, sacaron
fruto de su investigación. Aquello fue un consuelo porque tuvieron
susto de haber perdido el tiempo y tener que regresar
a los comienzos con el fracaso en sus reales frentes.
Pero no, sabían que aquella estrella era capaz de llevarles
adonde estaba Dios. También las circunstancias mandaban y adoraron y
¡cómo no! ofrecieron dones al Niño-Creador.
Los dos son caminos, la
fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que
hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera
con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio.
Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios
la descubren. Entrambos la sirven y entrambos son de Dios.
Consulta
también, Fiesta de la Epifanía
Fuente: http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=349
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