5 de enero - San Deogratias.
Obispo.
Martirologio Romano: En
Cartago, ciudad del norte de África (hoy Túnez), san Deogratias
(Diosgracias), obispo, que redimió a muchos cautivos capturados por los
vándalos, ofreciéndoles cobijo en dos grandes basílicas dotadas de camas
y lechos (457/458)..
Con el rey de los vándalos
Genserico, hijo ilegítimo de Godegiselo al frente, los bárbaros pasan
Hispania y llegan hasta África. Son arrianos y frecuentemente
calificados como gente cruel, dura, inclemente y devastadora.
Cartago fue invadida en el año
439 y allí es el lugar geográfico en donde tiene lugar nuestro relato
hodierno. Los nuevos dueños hacen según costumbre una limpieza general
entre la gente más influyente en el pueblo; a los nobles que no matan
los destierran; los obispos son considerados igualmente como un poder
digno de tener en cuenta a la hora de asentar los territorios
conquistados y se les pone más allá de las fronteras por lo poco; los
bienes materiales de unos y otros son incautados y pasan a otras manos,
porque para algo son las guerras. Ya el obispo Quodvultdeus fue metido
con otros en una nave a la deriva y colocados en algún punto del amplio
mar para morir sin remedio. De este modo, estuvieron los fieles de
Cartago sin pastor por catorce años.
A ruegos del emperador
Valentiniano III permitió Genserico que fuera mandado a aquellos
cristianos romanos un obispo; se llamaba Deogracias y recibió la
consagración en el año 453. Un hombre probo, limpio, sabio y santo.
Roma era un fruto sumamente
apetecido para los bárbaros. Genserico le puso sitio con su ejército y
la toma en el año 455. Cada rincón de la Ciudad Santa muestra en los
catorce días de saqueo las consecuencias de la invasión bárbara; se ven
incendios y hay destrucción por todas partes. Los tesoros cambian de
mano porque son el botín y una parte de la población es llevada cautiva a
África. Los prisioneros se distribuyen entre los vándalos y los
mauritanos naturales del país produciéndose en cada caso un drama
personal: las familias han quedado rotas, los padres son separados de
sus hijos y las esposas están sin sus maridos.
El obispo Deogracias realiza
una labor humanitaria de primer orden que es obra de misericordia en
esta coyuntura de emergencia. Vende los vasos sagrados de oro y plata
que están al servicio del altar para rescatar a los cautivos pagando su
precio; habilita los templos de san Fausto y san Severo para que sirvan
de hospital, asilo y residencia donde se pueda prestar un socorro
inmediato a los enfermos y a los más débiles; él mismo no se dispensa de
atender personalmente a los que están cerca con el peso de la cruz a
sus espaldas dándoles el apoyo y consuelo que necesitan. Reza y hace; es
lo que manda la caridad.
En Cartago se palpa lo
evidente. Todos miran en Deogracias a un adelantado de los derechos
humanos que aún no se habían inventado. Lo hizo tan bien al susurro de
la caridad que los envidiosos aún quisieron quitarlo de en medio sin que
el buen Dios les diera esa oportunidad porque se lo llevó antes, justo
en el año 456.
Fuente: http://www.elperiodicodemexico.com/contenido_columnas.php?sec=Columnas-VidasEjemplares&id=444607
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