5 de enero - San Carlos de San Andrés (Juan Andrés Houben).
Presbítero Pasionista.
Martirologio Romano: En Dublín, en Irlanda, San Carlos de
San Andrés (Juan Andrés Houben), presbítero de la Congregación de
la Pasión, admirable ministro del sacramento de la penitencia.
Fecha de
canonización: 3 de junio de 2007 por el Papa Benedicto
XVI.
El samaritano de Irlanda.
Los auténticos
santos son imitadores de Cristo y el beato Carlos Houben
fue uno de estos. Así nos dice Pierluigi di Eugenio:
“Pasó bendiciendo, sanando y perdonando. Siempre dispuesto y amable. Pobre
entre los pobres, hizo de su vida un don para
los que sufren. Todo de Dios, todo del prójimo. Los
necesitados del alma y del cuerpo no lo dejaban reposar
ni un momento. Profundamente dedicado a la familia y a
la patria trabajó por muchísimos años lejos de la una
y de la otra, encontrando en los que sufren a
los propios hermanos y en la tierra de Irlanda su
propia patria”.
Juan Andrés nace en Munstergeleene en Holanda el 11
de diciembre de 1829, cuarto de diez hijos en una
familia adinerada.
Crece en inteligencia, edad y gracia. El hermano José
dirá de él: “Conocía solo dos caminos, el de la
Iglesia y el de la escuela”. Mientras se hace camino
en el ánimo del joven el deseo de ser sacerdote.
Conoce los Pasionistas, con poco tiempo en Holanda llevados por
el P. Domingo Barberi y a los 24 años, el
5 de noviembre de 1845, entra en el noviciado en
Ere, Bélgica y viste el hábito con el nombre de
Carlos.
Durante el noviciado es irreprensible. Éste es el testimonio de
uno de sus compañeros: “Me sentía muy edificado delante de
su grande santidad. Era ejemplar, lleno de fe y de
piedad, puntual, observante de las reglas, simple, amable y de
carácter dulce. Su piedad y su natural alegría le ganaban
el afecto de todos”. El 21 de diciembre de 1850
es ordenado sacerdote. En 1852 es enviado a Inglaterra donde
estaban los pasionistas desde hacía 10 años. Carlos no regresará
más a Holanda ni volverá a ver a los suyos.
Su madre había muerto 8 años atrás y el padre
cerca de dos.
Pasará más de cuarenta años de su vida
en las islas británicas. Se establece primero en Aston may,
en Inglaterra; donde se prodiga a favor de los inmigrantes
irlandeses que llevan a cabo el duro trabajo de las
minas. Esta experiencia será útil en su próxima permanencia en
Irlanda. Se dona completamente a ellos, se interesa de sus
problemas, de su salud. Conforta, ayuda, cura, mientras continúa trabajando
a favor de la congregación y de la Iglesia.
En 1857
lo transfieren a Irlanda, en Dublín / Mount Argus, donde
los Pasionistas llegaron hacía poco tiempo. Se debe construir el
convento y la iglesia. El P. Carlos se revela providencial.
El pueblo Irlandés que lo ha visto a su lado
con tanta solicitud, se muestra generoso. Se construye el convento
y una bella iglesia dedicada a san Pablo de la
Cruz. El P. Carlos, sin saberlo, prepara su propio santuario.
Carlos
no será nunca un gran predicador, sobretodo por la dificultad
de la lengua, pero pasa horas y horas en el
confesionario, asiste los moribundos, bendice los enfermos con la reliquia
de san Pablo de la Cruz. Acompañando la bendición con
estremecedoras oraciones compuestas por él mismo. Tiene la fama de
taumaturgo. Cada día cerca de trescientas personas, provenientes de todas
partes de Irlanda, de Inglaterra, de Escocia y hasta de
América, acuden a él, atraídos de la fama de su
santidad. Encontraban un corazón compasivo, disponible y tierno. Médicos y
enfermeros de Dublín, frente a casos desesperados, aconsejaban llamar al
P. Carlos y Carlos acudía a las casas y a
los hospitales, llevando casi siempre el don de una curación
inesperada y siempre un trago de serenidad. Con amor preparaba
los moribundos al gran paso, arrodillado en oración, cercano de
sus lechos. Para hacerlo descansar un poco, lo superiores varias
veces lo cambian de convento, pero después deben regresarlo a
Dublín.
En la comunidad era ejemplar, lleno de fe y de
piedad, simple y afable, de una amabilidad angelical. No obstante
las ocupaciones pasa largo tiempo en adoración delante del tabernáculo.
Seguido lo encuentran en éxtasis, especialmente durante la misa. A
veces el monaguillo se ve obligado a sacudirlo para que
prosiga la celebración.
En los últimos años de su vida sufre
mucho por una gangrena en una pierna y otros males.
Soporta la enfermedad con paciencia continuando a desarrollar su apostolado.
Cada día continua a subir y bajar una escalera de
59 gradas, y cientos de veces, para recibir las personas
que vienen a él.
Muere serenamente el 5 de enero de
1893. por cinco días, antes de la sepultura, recibe honras
fúnebres debido a un rey, con gente proveniente de toda
Irlanda.
Juan Pablo II lo declara beato el 16 de octubre
de 1988, haciendo oficial la santidad del padre Carlos, que
ya en vida todos llamaban el santo de Mount Argus.
Benedicto XVI lo declaró santo el 3 de Junio
de 2007.
Fuente: http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=34540
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