Un ambiente poco idoneo para que
surgiera una vocación, pero Dios miró a sus ojos, como
hoy sigue mirando a muchos jóvenes, pronunció su nombre y
él le escuchó. Dicen que el sacerdote que venía de
Martos, que los Sres. Carrasco, que influyó un hermano suyo,
estudiante en San Agustín de Jaén... todo colabora con la
llamada de Dios. Le encargaron diera catequesis a los niños,
sintió la necesidad de saber, entró en contacto con Dios.
Una llamada y una respuesta: un desafío y un riesgo.
Manuel decidió entrar en el Seminario... y empezaron las dificultades...
lo económico y el ambiente poco propicio a lo religioso.
Ni los tiempos, ni las bolsillos estaban sobrados, Manuel era
una fuente de ingresos para la casa... la agresividad hacia
lo religioso era patente. La decisión de ser cura era,
cuando menos inoportuna. Su preparación para entrar en el Seminario
no era, tampoco la mejor. En principio, su padre se
oponía.
Las superó con tesón, fuerza de voluntad, alegría interior, confianza
en Dios, fidelidad plena a una vocación inicial... en la
que fue tan de prisa que solo en cinco años
maduró, no ya para la ordenación, sino para la consumación
perfecta de su vocación.
Entró en el Seminario de Baeza en
septiembre de 1931, el primer año debió ser duro para
él: tenía 15 años, sus compañeros eran niños, venía de
un ambiente rural y poca preparación... pero todo lo superó
airosamente: estudios, formas externas, cultura, disciplina, vida de internado. Una
especie de noviciado, para una profesión definitiva, allí hizo dos
años de humanidades, con lo que se consideró maduro para
iniciar la preparación en Filosofía en el Seminario de Jaén
y en el curso 1933 - 1934. En el verano
preparó y superó los exámenes de los otros dos cursos
de latín. Veía orientada su vida hacia su vocación:
oración intensa, estudios profundos, ambiente sacerdotal, todo ello ambientado por
los Sacerdote Operarios Diocesanos.
Sus compañeros, aquellos con los que hemos
podido contactar, lo consideraron un santo seminarista por su vida
y un heroico mártir por su muerte. Esta fue como
el lógico desenlace de aquella. Así Don Germán Mártil, Rector
que fue en el Seminario de Jaén y después en
el Colegio Español de Roma; Don Guillermo Álamo, Don Lorenzo
Estero, Don José Rodríguez Yerla y Don José Sola y
Don Eduardo Montilla que eran compañeros de cursos superiores, pero
le conocieron y algunos tuvieron gran amistad con él; Don
Jerónimo Bernabeu, Don Diego García Hidalgo, Don Guillermo Molina, Don
José Latorre, y Don Manuel Parra compañeros de curso y
otros más han dado testimonio de palabra y por escrito
de las grandes virtudes que adornaron a Manuel:
"Seminarista modelo: muy
serio, muy estudioso, muy piadoso y muy observante, muy preocupado
por las almas y por los problemas que entonces se
agitaban en España".
"Resaltaba por su ejemplar conducta y piedad, su
amor al estudio y su formalidad."
"Excelente, cumplidor, santo".
"Tenía un espíritu
grande".
"Resaltaba sobre el común de sus compañeros, seminarista afable,
que atraía por su gran bondad y sencillez. En él
no había engaño. Siempre estaba alegre."
"Resalto tres constantes: su fuerza
de voluntad, su valentía y sobre todo su gran confianza
en Dios".
Tenemos otros muchos testimonios, que ya se han expresado
en otros lugares: son los de sus propios hermanos, vecinos
y amigos del pueblo, un escrito de Don Juan Montijano,
que tomó "las primeras declaraciones" en aquellos primeros años del
40, cuando dando misiones en el Monte y huésped en
casa de Manuel, pudo escucha de viva voz la historia,
de parte de padres, hermanos y conocidos.
Durante la Guerra Civil
fue hecho preso en la capilla de su pueblo por
manifestar públicamente su fe católica. El día de su muerte
cuando se dirigía a realizar trabajos como preso sucedió la
siguiente escena, descrita por unos niños que la presenciaron desde
las cercanías:
Manuel Aranda: Pues yo os digo que no diré
ni una palabra contra Dios. Por nada ni por nadie
ofenderé su nombre Milicianos: Blasfemas sí o no Manuel Aranda: NO Y
NO Milicianos: Pues te matamos Manuel Aranda: Venga de ahí "Sentimos tres disparos
y los "milicianos" acabaron con su vida".
Fue un seminarista ejemplar,
que dio su vida por el Señor Jesús el 8
de Agosto de 1936 en Monte Lópe Alvarez, Diócesis de
Jaén, allí donde 20 antes había nacido. Su vida de
seminarista, solo 5 años, fue una entrega total a Dios,
a su formación y al ideal de ser un santo
sacerdote.
Este grupo de mártires está integrado por:
1. MANUEL ARANDA ESPEJO, seminarista de la diócesis
de Jaén nacimiento: 22 Marzo 1916 en Monte Lope Alvarez, Jaén
(España) martirio: 08 Agosto 1936 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)
2.
MANUEL BASULTO JIMÉNEZ, Obispo de Jaén nacimiento: 17 Mayo 1860 en
Adanero, Ávila (España) martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)
3.
FÉLIX PÉREZ PORTELA, sacerdote de la diócesis de Jaén nacimiento: 21
Febrero 1895 en Adanero, Ávila (España) martirio: 12 Agosto 1936 en
Vallecas, Madrid (España)
4. FRANCISCO LÓPEZ NAVARRETE, sacerdote de la diócesis
de Jaén nacimiento: 02 Marzo 1892 en Villanueva del Arzobispo, Jaén
(España) martirio: 28 Agosto 1936 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)
5.
JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ, joven laico de la diócesis de
Jaén nacimiento: 20 Octubre 1914 en Vilches, Jaén (España) martirio: 03 Octubre
1936 en Úbeda, Jaén (España)
6. FRANCISCO SOLÍS PEDRAJAS, sacerdote de
la diócesis de Jaén nacimiento: 09 Julio 1877 en Marmolejo, Jaén
(España) martirio: 03 Abril 1937 en Mancha Real, Jaén (España)
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