8 de enero - San Severino.
Presbítero.
Martirologio Romano: En la antigua provincia romana de Nórico, en
las riberas del Danubio, san Severino, presbítero y monje, que
llegado a esta región después de la muerte de Atila,
príncipe de los hunos, defendió a los pueblos inermes, aplacó
a los violentos, convirtió a los infieles, fundó monasterios e
impartió instrucción religiosa a los que la necesitaban (c. 482).
Durante el siglo V el imperio
romano de Occidente se vio invadido poco a poco por
los visigodos, ostrogodos, vándalos, francos, etc. En la devastación sólo
las autoridades y estructuras cristianas constituyeron un punto firme para
la supervivencia. Éste es el contexto histórico en el que
se presenta la figura y la obra de san Severino,
que nació de una noble familia romana hacia el año
410. Después de una estancia en Oriente, hacia el 454
se estableció cerca del Danubio, en donde construyó monasterios para
albergar a los habitantes amenazados y para que, al mismo
tiempo, fueran puntos de irradiación del Evangelio entre las tribus
bárbaras.
Inclinado tanto a la vida contemplativa y eremítica como a
la actividad misionera, y favorecido con el carisma de la
profecía, san Severino hizo también previsiones sobre el plano humano
temporal. En efecto, comprendió que el movimiento de los jóvenes
pueblos bárbaros era indetenible y que la decadente sociedad romana
recuperaría su vigor gracias a estas nuevas fuerzas.
Pero era necesario
que esas mentes fueran iluminadas por las verdades del Evangelio,
y para ello había que entrar en contacto directo con
ellas. Con un gesto valiente que le ganó la admiración
de los rudos guerreros, llegó hasta Comagén, ya en mano
de los enemigos; su concreta caridad para con los necesitados
le conquistó definitivamente el corazón sencillo de los “bárbaros”, comenzando
por el de los jefes. Gibuldo, rey de los alamanos,
le tenía “suma reverencia y afecto”, como dice su biógrafo
Eugipo, y lo escuchaba con respeto, dócil como un hijo;
Flaciteo, rey de los rugos, “lo consultaba en las empresas
peligrosas como a un oráculo celestial”.
No faltaron signos del cielo
que confirmaban sus palabras. Un día la nuera de Flaciteo,
contra el parecer de Severino, lo había convencido de que
no les diera la libertad a los prisioneros; Severino la
amonestó enérgicamente y misma noche el sobrino de Flaciteo cayó
prisionero de otra tribu bárbara y obtuvo la libertad sólo
por intervención de Severino.
Respetado y amado por la gente humilde
como por los reyes y guerreros, vivió muy pobremente, sin
sacar ninguna ventaja material para sí mismo: vestía la misma
túnica tanto en invierno como en verano, dormía pocas horas
acostado en el suelo y con cilicios, y se dice
que en cuaresma sólo comía una vez por semana.
Murió el
8 de enero del año 482. Sus veneradas reliquias reposan
en Frattamaggiore (Nápoles) junto al mártir Sosso.
Fuente: http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=363
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