San Remigio de Reims
Obispo
Martirologio Romano: En la ciudad de Reims, en la Galia
Bélgica (hoy Francia), muerte de san Remigio, obispo, que después de
iniciar al rey Clodoveo en la fuente bautismal y en los sacramentos de
la fe, convirtió a Cristo a todo el pueblo franco y, después de más de
sesenta años en el episcopado, falleció célebre por su vida y su
santidad (c. 530).
Etimología: Remigio = aquel que rema, es de origen latino.
San
Remigio fue el gran apóstol de los franceses. Se hizo célebre por su
sabiduría, su admirable santidad y sus muchos milagros. Duró de obispo
70 años y llegó a ser famoso en toda la Iglesia.
Recién ordenado
sacerdote ya era considerado como uno de los mejores oradores de su
época, y cuando tenía sólo 22 años, fue elegido obispo.
El rey de
los franceses, Clodoveo, era pagano y no aceptaba convertirse al
cristianismo. Su esposa santa Clotilde rezaba mucho por él y le
recomendaba la conversión. Y sucedió que los germanos o alemanes
atacaron con fuerte ejército a los francos y Clodoveo salió con sus
soldados a defender la patria. Al despedir a su esposo que se iba a la
guerra, Clotilde le dijo: "Si quiere obtener la victoria, invoque al
Dios de los cristianos. Si tiene confianza en Él, nadie será capaz de
derrotarlo".
Clodoveo prometió convertirse si conseguía la
victoria. En plena batalla, cuando el triunfo le parecía imposible,
recordando las palabras de su esposa gritó hacia el cielo: "Oh Cristo, a
quien mi esposa invoca como hijo de Dios. Te pido que me ayudes. Creo
en Ti. Si me salvas de mis enemigos recibiré el bautismo y entraré a tu
religión". Enseguida los franceses atacaron a los alemanes con
extraordinario valor y obtuvieron una gran victoria.
Santa
Clotilde mandó entonces llamar a San Remigio, que tenía fama de santo y
de sabio, y le pidió que se dedicara a enseñar a Clodoveo la doctrina
cristiana. El rey al volver victorioso, saludó a su esposa con estas
palabras: "Clodoveo venció a los alemanes, y tú venciste a Clodoveo".
Pero ella le respondió: "Esas dos victorias son obra de uno solo:
Nuestro Señor Jesucristo". Desde entones el terrible pagano empezó a
estudiar la religión para hacerse bautizar.
Tenía temor de que el
pueblo se revolucionara por quererles quitar la religión de sus
antiguos dioses, pero el ejército y la multitud, al saber que su rey tan
estimado se iba a hacer cristiano, le gritaron al unísono: "Desde hoy
nos separamos de los dioses mortales, y nos declaramos seguidores del
Dios inmortal del cual nos habla Remigio".
Nuestro santo y sus
sacerdotes se dedicaron con todo empeño a enseñar la religión a Clodoveo
y a todos los que se iban a hacer bautizar junto con él. La Reina
Clotilde, para impresionar la imaginación de aquel pueblo bárbaro, mandó
que adornaran con palmas y flores las calles que llevaban desde el
palacio del rey hasta el templo donde iba a ser el bautismo. Y que todo
el trayecto y también el templo se iluminara con gran cantidad de
antorchas y que fueran quemando incienso que llenara el aire de
agradables aromas.
Los que iban a ser bautizados se dirigieron
hacia la Casa de Dios cantando las letanías de los santos y llevando
cada uno su cruz. San Remigio conducía de la mano al rey, seguido por la
reina y todo el pueblo. Antes de echarle el agua del bautismo el santo
obispo le dijo: "Orgulloso guerrero: tienes que quemar lo que has
adorado, y adorar lo que has quemado". Con esto quería decirle que en
adelante debía abandonar sus antiguas malas costumbres paganas y
observar la santa religión de Cristo Jesús.
En seguida San
Remigio, ayudado por otros tres obispos y por muchos otros sacerdotes,
bautizó a dos hermanas del rey y a tres mil de sus soldados con sus
mujeres y niños. Ese fue un día grande en el que la nación francesa
empezó a pertenecer a nuestra santa religión.
El resto de su vida
la empleó Remigio en instruir al pueblo y en ayudar a los necesitados, y
combatir a los herejes que enseñaban doctrinas equivocadas. Dios le
concedió el don de hacer curaciones y anunciar lo que iba a suceder en
lo futuro. Murió en el 530.
Cuando ya era un anciano de más de
noventa años, algunos se burlaron de él diciéndole que era demasiado
viejo, y les respondió: "En vez de reírse porque he llegado a esta edad,
más bien lo que deberían hacer sería darle gracias a Nuestro Señor,
porque en todo este tiempo no he dado mal ejemplo a nadie". Ojalá
pudiéramos repetir también nosotros semejante afirmación tan
consoladora.
Los franceses han tenido siempre una gran admiración
y veneración por San Remigio y nosotros damos gracias a Dios porque
nunca dejará de enviar a su Iglesia apóstoles que conviertan a los
pecadores.
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/35139/remigio-de-reims-santo.html
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